Dolores Fernández Caballero, conocida popularmente como Doña Lola, nació el 15 de noviembre de 1926 en Colombia y se convirtió en una de las figuras más influyentes y queridas del arte costarricense.
Pintora, maestra y pionera, Doña Lola dejó un legado invaluable en la plástica nacional. Fue una de las primeras mujeres en presentar una exposición individual en 1949 y abrió camino para generaciones de artistas, especialmente mujeres que buscaban un espacio en el mundo del arte.
A lo largo de su carrera, formó a numerosos estudiantes de Bellas Artes y se transformó, casi sin proponérselo, en un símbolo de valentía, perseverancia y libertad creativa. Su obra ha evolucionado al ritmo de su propia vida, tal y como ella misma expresó: “Yo no soy la misma de cuando tenía 20, 30 o 40 años… por eso mi pintura evoluciona.”
Una vida dedicada al arte
Quienes han tenido la oportunidad de visitarla en su estudio destacan su lucidez, su calidez y la claridad con la que conversa sobre el arte, el país y el mundo, incluso a sus 99 años. Su hogar, repleto de historias y memorias, se convierte en un espacio especial para quienes comparten con ella un café por las tardes.
Su vida también ha estado marcada por viajes y experiencias en países como Italia, Suiza, Colombia y Costa Rica. Entre sus recuerdos más preciados se encuentra la historia de amor con su esposo, Jean Pierre Guillermet, a quien conoció en un tren entre Florencia y París. Ninguno hablaba el idioma del otro, pero se comunicaron a través del lenguaje universal del dibujo. Desde ese instante inició una relación que duró toda la vida.
Un homenaje a su trayectoria
Este fin de semana, con motivo de su cumpleaños número 99, se realizó una recepción especial organizada por la primera dama, Signe Zeikate, y el presidente Rodrigo Chaves Robles, con el apoyo del Museo Calderón Guardia y su director, Luis Núñez.
El acto homenajeó no solo a la artista, sino también a la mujer que ha inspirado, enseñado y marcado a varias generaciones durante casi un siglo.
Hoy, Costa Rica celebra a la mujer que eligió ser infinita.
Gracias, Doña Lola, por su luz, su arte y su legado.
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